sábado, 28 de agosto de 2010

SOBRE UNA MUJER DE MI EPOCA

Soy consciente de que mi situación no es excepcional. Hay muchas mujeres que han vivido y siguen viviendo una vida igual o similar a la mía.

Aunque ningún periodo de la historia ha sido bueno para la mujer, a las que nos ha tocado vivir en el presente, tampoco lo hemos tenido fácil. A groso modo expongo cuatro situaciones que pueden servir como referente de vida de las mujeres a cuya generación pertenezco.

Están las que se han conformado con lo que les tocó vivir. Siguen siendo amas de casa, con todo lo que esto conlleva, y no se han planteado una evolución en cuanto a su formación académica o a su situación laboral se refiere. Decisión que, tanto si ha sido tomada por voluntad propia, o impuesta por su entorno, siempre es digna de respeto.

Por otro lado están las que habiendo intentado una continuación en su formación académica, cuando su situación familiar se lo ha podido permitir, no la hubieran podido realizar debido a que no han contado con el apoyo de la persona que tenían a su lado.

También están las que, habiéndose educado para realizar sus labores, de un día para otro (o no tan de un día para otro), se encuentran con que su matrimonio se ha roto y han de ponerse a trabajar en lo primero que encuentran, (en la mayoría de ocasiones, un trabajo mal retribuido económicamente debido a la falta de formación), para sacar a su familia adelante, porque con la aportación económica que el ex marido le pasa, (en el mejor de los casos), no puede hacerlo.


Por último estamos el grupo de las privilegiadas, (entre las que tengo el honor de encontrarme). Somos las que no hemos tenido problemas para reiniciar nuestra formación académica cuando lo hemos creído conveniente, a pesar de que no se nos educó para ello.

Mi situación es la siguiente: nací en pleno ecuador del siglo pasado. Tuve la suerte de ser una niña escolarizada. Realicé los estudios primarios correspondiente a la época y cuando cumplí los doce años ya disponía del diploma de Estudios Primarios, lo que suponía que mi etapa escolar se daba por finalizada. Las niñas, digo bien, las niñas que seguían estudiando eran unas privilegiadas, además de ser casos aislados. En mi entorno, las únicas que siguieron estudiando fueron las hijas de nuestra profesora. Los chicos, en cambio, si la economía familiar se lo permitía, se marchaban a la ciudad para continuar los estudios, en cambio, sus propias hermanas, no tenían esa posibilidad. Solo por el hecho de ser mujeres.

A partir de ese momento me educaron, como a la mayoría, para que fuera una ama de casa con una sólida formación y así poder realizar de forma óptima la misión encomendada a toda mujer; para la que las mujeres habían nacido; “sus labores”. Las que se preparaban para trabajar fuera del hogar eran las mujeres que permanecían solteras. Estas eran sólo una minoría.

A partir de entonces, aprendí a coser, a bordar, y a realizar el resto de las tareas hogareñas. El hecho de confeccionarse el ajuar para aportar como dote al futuro matrimonio, era toda una garantía de que tu posterior labor en el hogar, la ibas a superar sin problemas.

Desde que tuve “uso de razón” conocí a mi madre trabajando dentro y fuera de casa. Nunca recibió un sueldo.

El hecho de trabajar fuera de la casa se consideraba poco menos que una desgracia. Demostraba que con el sueldo del marido no había suficiente para cubrir los gastos de la casa.

A mí nunca me dijeron que yo podía trabajar fuera de la casa aunque estuviera casada. Me educaron para que fuera el marido quien aportara la economía al hogar. Yo debía ocuparme de cuidar a mi familia y llevar mi casa para adelante como corresponde a una buena ama de casa. Recuerdo que sólo trabajaban las peluqueras y las maestras. (Las primeras, solían instalar la peluquería en su propia casa y, las segundas, se llevaban los hijos con ellas a la escuela). No cuesta mucho deducir que ya había que plantearse el tema de la conciliación familiar y como podemos comprobar, no representa nada nuevo en la familia.

Cuando me casé, tenía clarísimo todo lo que me habían enseñado. Confeccioné todo el ajuar de mi casa, así mismo hice con el de mis hijas cuando vinieron al mundo. Todo esto lo compaginaba con:


-hacer mi colada
-planchar mi ropa
-limpiar mi casa
-hacer mi compra y mi comida y
-fregar mis platos.


Mis hijas crecieron y me daba cuenta que, a poco que me descuidara, no podía ayudarles en los deberes del colegio debido a mi limitada formación.

Decidí ponerme al día. Me matriculé para realizar el Graduado Escolar de la época. El “gusanillo” de los estudios me picó y cuando lo terminé, comencé a realizar un Ciclo Formativo. Terminado éste y metida en el ambiente estudiantil, me presento a unas oposiciones, y había que preparárselas. Lo conseguí.


En un momento determinado me encuentro que estoy compaginando el cuidado de mi familia con un trabajo y unos estudios que no abandono por aquello del “gusanillo”.

Pero a pesar de todo yo no he dejado de:


-poner mi lavadora
-planchar mi ropa
-limpiar mi casa,
-hacer mi compra y mi comida y
-fregar mis platos.


La diferencia entre “hacer la colada” y “poner la lavadora” no es casual. Debe leerse literalmente. La primera se hace a mano.

Mis hijas se hicieron adultas. Se casaron. Tengo varios nietos. Actualmente mi situación es la siguiente;

Cuido a mi familia (madre, esposo), y colaboro en lo que puedo con mis hijas y sus pequeños. Afortunadamente sigo trabajando.

De vez en cuando me inscribo en algún curso que otro, (ya saben, por lo del “gusanillo”).

Y todo esto lo sigo compaginando con:


-poner mi lavadora
-planchar mi ropa
-limpiar mi casa
-hacer mi compra y mi comida y
-fregar mis platos.


Alguien puede pensar que voy por la vida presumiendo de ser una “súper mujer”.Nada más lejos de la realidad. En este apartado quiero pedir disculpas por la expresión utilizada para referirme a la realización de las labores del hogar; en lugar de decir “poner mi lavadora”, debería haber dicho “poner nuestra lavadora”, y así sucesivamente con el resto de las tareas.

Porque claro, todas las flores no pueden ser para mí. Yo sola no habría podido realizar todo esto que les cuento en breves líneas y que conforman el esquema comprimido al máximo de toda una vida.

Es indudable que sin el apoyo de una persona a nuestro lado con una gran capacidad de comprensión, respeto y amor, es imposible realizar todas esas labores en las que las mujeres de hoy nos vemos comprometidas. Porque, qué duda cabe que con nuestra incorporación masiva al mundo laboral hemos ganado en libertad e independencia económica, pero lo que no es menos cierto es que hemos doblado nuestro trabajo y nuestra responsabilidad, y eso, sin la ayuda de la persona que tenemos a nuestro lado es imposible llevarlo a cabo.

También es verdad que podemos pensar; los hombres de la época que hablamos no fueron educados para colaborar en las tareas de casa y aliviar la doble función adquirida por la mujer. Pero, ¿acaso nosotras fuimos educadas para ser mujeres trabajadoras?.

Pero el planteamiento que debemos hacernos en la actualidad es el siguiente: ¿Acaso los jóvenes de hoy están más responsabilizados del papel que les ha tocado representar?. Mujeres y hombres.

Solo es una cuestión de educación. De cambiar de mentalidad.


Cambios más importantes se han producido a lo largo de la Historia. Hasta el siglo XV se pensaba que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra.

Pero eso si, esta labor es cuestión de todas y de todos. Es una cuestión urgente y no podemos dormirnos en los laureles

Para terminar he de hacer una confesión; tengo un deseo, lo que ahora se llama "hobby" que, aún no he tenido tiempo de realizar y es el de aprender a pintar. Pero no me rindo: lo estoy dejando para cuando me jubile. Espero que el Señor nos de salud, a mi marido y a mí, para poder disfrutar de nuestra jubilación realizando yo, algún garabato que otro, en algún que otro lienzo. Así mismo espero que él pueda también realizar sus sueños porque también tiene alguno que aún no ha podido cumplir. Espero también que podamos juntos seguir cuidando y disfrutando de nuestra familia.

Y que podamos seguir:


-poniendo nuestra lavadora
-planchando nuestra ropa
-limpiando nuestra casa
-haciendo nuestra compra y nuestra comida y
-fregando nuestros platos.

2 comentarios:

Juana Infante dijo...

Que cierto y admirable historia de superación personal que es un ejemplo a seguir.
Te doy la razón en lo referente a los hombres, no es pretexto que no han sido formados para colaborar y seguir un camino juntos, la mujer tampoco pero ha habido por parte de las mujeres la inquietud y la voluntad de pese a las dificultades superlas. Si el hombre quiere sólo necesita la voluntad, la consideración y sobretodo el reconocimiento y el respeto por la mujer.
Magnífico escrito y estupendas imágenes.

Tj Garcia dijo...

Gracias por tu comentario. El tema que se plantea es de fácil comprensión puesto que todas nosotras, cada una en la situación que le ha tocado vivir, sabe la lucha que ha tenido que librar para llegar a donde estamos ahora. Desgraciadamente todas no han tenido la posibilidad de "subirse al tren". Confiemos en las jóvenes generaciones, a ver si saben cuidar y continuar todo lo que hemos conseguido. Un saludo.

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